18 de abril de 2008

SENTIDO


Caminaba por una playa cuando reparé en un niño que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Repetía lo mismo una y otra vez...

Tan pronto como me aproximé, me di cuenta de que lo que el niño agarraba eran estrellas de mar que las olas depositaban en la arena y que él, una a una, devolvía de nuevo al agua.

Intrigado, lo interrogué sobre lo que estaba haciendo, a lo que me respondió:

-Estoy arrojando estrellas marinas al océano. La marea está baja y estas estrellas han quedado varadas en la orilla: si no las arrojo de nuevo al mar, morirán.

-Entiendo -le dije- pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa, la costa tiene varios kilómetros repletos de ellas en su orilla... ¡tu tarea carece de sentido!- exclamé.

El niño sonrió, se inclinó, tomó una estrella marina y, luego de lanzarla de vuelta al mar, me respondió:

-Al menos para ésta tuvo sentido-.

. . . . . . . . . . . . . .

El sol ya se ha puesto y, pensativo, camino de regreso a mi hotel. Me acuesto pero me resulta difícil conciliar el sueño y, cuando al fin éste llega, sólo me revuelvo inquieto en esa cama extraña...

Y así, con igual desasosiego, transcurre toda la mañana y la tarde del día siguiente. Al caer la noche, casi sin darme cuenta, mis pasos me llevan al mismo punto en donde el día anterior hallara al niño. Allí lo descubro, nuevamente devolviendo al mar las estrellas varadas en la orilla rojiza por la luz del sol poniente.

Entonces, en silencio, me agacho, tomo una estrella y la arrojo con toda la fuerza que mi brazo me permite.

(adap. de "The Star Thrower" de Loren Eiseley)