27 de junio de 2008

UNO MISMO


En estos momentos tuve una certeza fulminante: cada uno tenía una misión, pero ésta no podía ser elegida, definida o administrada a voluntad. Era un error desear nuevos dioses, y completamente falso querer dar algo al mundo. No existía ningún deber, ninguno, para un hombre consciente, excepto el de buscarse a sí mismo, afirmarse en su interior, tantear un camino hacia adelante sin preocuparse de la meta a que pudiera conducir.

Aquel descubrimiento me conmovió profundamente; éste fue el fruto de aquella experiencia. Yo había jugado a menudo con imágenes del futuro y soñado con papeles que me pudieran estar destinados, de poeta quizá, de profeta, de pintor o de cualquier otra cosa. Aquellas imágenes no valían nada. Yo no estaba en el mundo para escribir, predicar o pintar; ni yo ni nadie estaba para eso. Tales cosas podían surgir marginalmente. La misión verdadera de cada uno era llegar a ser uno mismo. Se podía llegar a poeta o a loco, a profeta o a criminal; eso no era asunto de uno; a fin de cuentas carecía de importancia. Lo que importaba era encontrar su propio destino -no un destino cualquiera- y vivirlo por completo. Todo lo demás eran medianías, un intento de evasión, de buscar refugio en el ideal de la masa; era amoldarse; era miedo ante la propia individualidad.

H.Hesse, Demian